La vida de los criadores de ganado caprino es muy dura, a pesar que las cabras resisten las mas horribles sequías, hay momentos que las crías son diezmadas por las plagas y los pobres son los que mas sufren.
Y ahora tío?, empieza la bajada y los caballos están nerviosos. Son de miedosas estas bestias! ya van tres días y ni llegamos al mar.
Cha que tu nomas paras hablando, silba a los perros que se van enfermar comiendo esa paloma muerta que apesta a diablos.
Es que tienen hambre!, si no mas le hemos tirado esos pedacitos de cachanga.
No le vamos a dar nuestra comida, y algarroba no comen.
Ya eran tres días que salieron de su choza en el lugar llamado Las Crías, atrás había quedado el verdor del Rio Chira, los nietos habían llorado por Fructuoso
- no te vayas abuelito!, no te lleves al Mauser está viejo como tu - la pelea con el gato montés lo había dejado maltrecho.
No!, le había dicho el abuelo, es mozo todavía y me va a seguir igualito nomás. Ya no lloren, llévalos pa dentro! le había dicho a Angelita, pero se le soltaba el Chí, ese quería ir con el abuelo, si dormía al lado de su tarima estaba mal enseñado desde que su mamá viajó a Sullana , ella quería trabajar era viuda jóven y el churre ni por ella había llorado como por el abuelo. Apacito lloraba, mejor vamos, se le soltaba a la Angelita que tenía la mejillas arrugadas pero bien suavecitas. No te van a llevar! , decía, el viaje es bien largo, buu! cuando regresarían.
Pero el viaje no era por las puras, era para conseguir unas cabritas para ver si volvían ha hacer la cría, se habían quedado sin hembritas en la cría, esas bolsas de agua en la lengua que había atacado a las hembras del ganado poco a poco las mataba, lo raro es que los machos si sobrevivían, pero el primo que vivía por Casitas le dijo a su hijo el soldado que allá en Casitas no llegaba esa plaga, que si quería que fuera, que le iba a dar buenas cabras de ubres grandes, esas que paren doble, en un dos por tres volvería a tener como cancha de animales, si ya extrañaban la leche con camote migado en la chicula. Y esos quesillos con chancaca, las hartadas que se habían dado, si la Angelita hacía cuajar los quesillos que daba risa cuando los masticaban, parecía jebe.
Allí está el mar tío! , mira es azulito y mira esos pájaros, se caen al mar. Y que no se ahogan?.
Bien zonzo eres no churre, ellos se tiran, así pescan y ya cuando salen ya comieron.
- que sí tío?, no ves? me quieres engañar por que yo no se del mar-
Y pa que te voy engañar yo he visto así en Colán, allí he ido varias veces. Graciniano se quedaba mirando al tío con la boca abierta y sorbiéndose la nariz, el chope se le movía de un lado a otro con el viento, cuando entonces, se tapó rápidamente la cara.
El tierrero que hacen, para fregar nomás sirven renegaba, a propósito! hacen trotar a los caballos, para hacernos comer tierra, los dos jinetes eran los hijos mayores de Fructuoso, eran manaturalosos, parecían gemelos pero no lo eran, si , se llevaban 10 meses, primero había nacido el Ruperto y al poco tiempo Rogelio, les decían los gatitos porque eran zarcos, a la Angelita salieron, ella había bajado de la sierra y era blancona. Pero los gatitos se deleitaban en fastidiar a su primo, Graciniano era huérfano pero el tío que era puro corazón lo tenía como hijo, era mas obediente que los zamarros gatitos.
Fructuoso los mira serio -Ya van a empezar a fregar, el viento está pa allá, adelántese para que no echen polvo, detrás de esos dos cerros está la laguna - Pa que tomen agua los caballos y las mulas? dijo Rogelio - No, esa laguna es de agua salada, es que el agua del mar se sale y como ese terreno es mas bajo, se forma la laguna, allí hay pescado, no que es traicionero meterse al fondo de la laguna porque hay arcilla y se chupan los pies y ya no sales.
Si nos alcanza la noche mejor pasamos por la playa porque pal otro lado hay gato montés, será para que ataquen la caballería!, por el mar mejor, porque los monteses le tienen miedo a las olas y no se acercan.
Que así suena siempre el mar? decía medio asustado Graciniano - No, es que está bravo.
Heyy ! por allí! , señalaba Fructuoso, por ese cerro!, ese era el cerro del encanto, hartos cuentos de horror habían sacado de ese cerro-
Suena mas fuerte tío !, y por donde estaría el camino.
Ves esas plantas? Son vichayos, se bajó del caballo y empezó a rebuscar entre las hojas. Ahi tá !, este es su fruto, prueba es dulce.Graciniano se encantó, gua es bien rico! y el a su vez rebuscó también al ratito tenía tres en cada mano - mira tío !-
Ten cuidado se te vaya aflojar la huacha, déjalos enfríar, no te los comas tibios, será para que... Al trote otra vez los gatitos - Pa!, pa! no hay pase, las olas golpean las rocas, y ahora por donde vamos a pasar?.Graciniano ya se sacaba sus zapatos viejos, de pico redondo y hundía sus pies en la arena mojada, ahh, bien fresquito!
El mar se va a empezar a retirar y allí pasamos, dijo el viejo.
Los abigeos preparan un asalto
Un par de horas y anochece, dijo el Ñaño, desde chiquito le llamaban así y ya estaba viejo pero le seguían llamando así.
Hay que tener los rifles a la mano por si acaso, este es el tiempo de los bandoleros, quieren plata para ir a botarla en Santa Rosa, como tienen familia allá. No hay cuando se termine esto, ni guardias hay por aquí, en Tumbes no mas hay puesto, al campo no vienen, se quejaba Marcial, el menudo hijo del Ñaño, con su pequeño y ralo bigote mientras traqueteaba el rifle.
Señorcito lindo! , si aparecen por aquí, me los palomeo, menos mal que desde la loma tamos bien, cuando vivíamos en la Pampa junto al río tábamos en peligro. Esas lluvias del 45 fueron tan fuertes que sepultaron la casita del río, esa lluvia de veinte horas seguidas había sido la mas desgraciada, no paraba.
Pero para un mal un bien, decía la Panchita, ahora tenemos la casa en la loma, corre rico fresco y el viento de la tarde se lleva los zancudos, además esta casita está mas grande y tiene mas cuartos, sus paredes de tabique están mas dobles. La Panchita a esa hora enjuagaba el bacín para llevarlo a su cuarto para acostarse, cuando los pollitos empezaban a arrullarse ella se metía a su cuarto, pero eso sí a las cuatro ya estaba en pie para hacer las tortillas dulzonas que desayunaba su gente, para dormir se hacía su gruesa trenza, para la calor decía y siempre se ponía esa combinación que se había hecho de los sacos de harina, olían a jabón pepita, era la única que se ponía ropa de dormir los demás dormían con la misma ropa. No saben vivir, decía Panchita.
Y todavía andan los Clavijo es esas andanzas apito? Preguntó Marcial.
Ya no se compone ese animal. Hombre viejo que debería estarse arrepintiendo, refunfuñaba el Ñaño.
Hablaban de Roso Clavijo, que vivía con su banda de cuatreros por allá por Cazaderos, por eso nadie lo atrapaba, era lejísimos, cerca de Ecuador, pero allá en la frontera no robaba sería para que le metan bala, además todavía los soldados monos abundaban. Pero acá si hace sus diabluras, decía el Ñaño mientras escupía haciendo un ruido extraño.
Hasta medianoche hay que estar alertas hay que prender mecheros con el petróleo que trajimos de Zorritos, los gringos no decían nada cuando llenabas tu tonel al pie del castillo de madera, humeaba pero alumbraba, el aceite de ballena taba escaso y carísimo.
De repente me entra la locura y me voy a Zorritos a chambear con los gringos, dijo Marcial hablando tan rápido como atropellando, esa mala costumbre de hablar golpeando con tres dedos el pecho del que oía, por eso todos se agarraban el pecho cuando conversaba cerca de ellos.
Pero en el monte lleno de ceibos los malandrines repasaban su plan - Entre escuro y claro bajamos a Casitas, dijo Roso Clavijo, vamos de frente a las enramadas, esos chivos son de raza, los mas grandes, por lo menos 40 kilos de carne.
Mientras ustedes chamullan a los montubios, nosotros sacamos al rebaño y nos dan una media hora para entrar al bosque y se acabó. Nos alcanzan en los Peroles y de allí ya saben.
Si hay una moza bonita me la llevo dijo el gordo Jetón, nadie se acordaba de su nombre, cuando fue al cuartel si lo llamaban por su nombre, Reymundo era un buen nombre, era hijo de José Urbina el único que tenía brevete en Cabeza de Vaca, sería por eso que le manejaba los camiones a los ecuatorianos, dicen que conocía hasta la selva ecuatoriana, pero después de unos años de ir y venir se quedó por allá, y sus hijos, a buscarse la vida. Reymundo conoció a Roso en Santa Rosa, en la feria, el cuatrero le había invitado de comer y de beber y le pareció gracioso el gordito, le recordaba a su hermanito gordito que murió de 8 años, desde allí se lo llevó al monte y bajaban nada mas para hacer perjuicios.
Si hubiera camino bueno para Piura mi papá sería chofer en el Chalpón pero no!, Tumbes siempre abandonado!. Era el discursillo obligado del Jetón, como justificando el camino que había tomado.
Ya todos a caballo! Dijo Roso y los 6 mozos empezaron a hacer ruidos como de besos repetitivos al aire, era la forma de estimular a los caballos, que relinchaban y meneaban sus crines como respondiéndoles.
Que habrá sido de la vida de Fructuoso, dijo el Ñaño, el cachaco me pasó la voz que taba mal, se había caído el pobre. Ese hombre es derecho, dijo Panchita hay que ayudarlo.
- ya le mande a decir hace un mes que venga no mas y se lleve unas buenas cabras pa allá, dijo el hombre mientras sorbía aire con los labios formando un círculo - Ay!, me ardí por perecido, que no enfrías el camote ombre!, le decía a Panchita que riéndose decía: Hombre?, yo no soy hombre, soy mujer. Pero ese era el trato, por lo menos el Ñaño y sus hijos hablaban así. Pero ahora estaban en silencio, ese cogote hornado (así le llamaban) los dejó mudos y las yucas de Casitas eran las mejores, con un poquito de sal, antes parecían queso, a cada rato el Ñaño se chupaba el dedo que volvía a hundir en la carne jugosita y el hueso del pescuezo estaba lleno de jugo - shurp, shurp! chupaban los huesos hasta dejarlos blancos y el perro miraba nomás, cuando las gallaretas empezaron a hacer bulla, algo habían visto- Marcial y los otros salieron a la carrera.
El Chí casi no las cuenta
Este churre para que se habrá mojado para andar tosiendo, ven acá! Veyan eso ya te dio fiebre, yo no se zoncito, yo no se si te mueres-
Uuuuu ! rompe a llorar - no Ombre!, si no te vas a morír, bien llorón eres Chí!, bien llorón eres, y no estabas jugando con los huachitos?, me descuido y te pones a jugar en el noque, Que te puedes ahogar allí!.
Angelita, quiero agua se queja.
Allí no te di?, allí está el pocillo, dice la veterana.
Nooo !, yo quiero agua del barril, esta está caliente.
Como vas a tomar agua fría que te sube la fiebre, cha que tu eres bien cargoso no?
Que dice el churre? dijo la Felipa
- quiere agua del barril y está con fiebre-
No le de señora! Le dice a su mamá la quinceañera que vivía para cocer, hablaba y aún en la oscuridad pegaba algunas puntadas al trapo. Cómo vería allí? Parecía lechuza, como las que le daban miedo al Chí, cuando cantaban el Chí decía que eran brujas que se reían, por lo menos así lo había asustado la Felipa para que se acueste temprano por que no dejaba al abuelo oír radio Unión que en la noche se escuchaba en el radio Nivico de pilas que le vendió el turco en Sullana, carísimo! Vender tres chivos por ese radio, si era de plástico y las pilas se gastaban antes del mes, pero en la noche Fructuoso escuchaba los partidos que jugaban en Lima, la radio se iba por ratos cuando venía de nuevo asustaba a la Angelita que se cabeceaba en el banco arrecostada a la pared. La voz venía con fuerza y un hombre que hablaba rapidito anunciaba repuestos de carros en la avenida Iquitos en Lima, Lima como será Lima pensaba la Felipa, iría algún día?, una amiga que trabajaba en el bazar La Regalona en Sullana había viajado, que será de su vida? Ojalá le vaya bien, yo no iría creo, como será estar dos días en el carro que anda bien rápido?. Uno quiere conocer, pero da miedo.
Felipa, anda mira al Chí, ta que se queja!. Si le sube mas la fiebre no vaya a convulsionar como el hijo de la Asunciona. Diosito lindo que no le vaya a pasar algo al Chí, allí si el Fructuoso me mata, le voy a dar un amargo de yerbas pa que le baje la fiebre - Báñelo amá dice la muchacha-
Churre zonza! allí la mató a la criatura.
Ta que pela los ojos por la fiebre. Ki,ki,ki,ki las lechuzas cantan y el Chí reacciona
- las brujas , las brujas! grita, se toca la garganta, se quiere parar. El veía mujeres de pelo largo casi cubriéndoles la cara que se acercaban suspendidas en el aire y el no podía gritar mas, era la garganta, hasta le apestaba, seguro tenía pus como dijo un día una enfermera, pero se desesperaba,
ya hijito ya, toma este remedio y le daba una cucharada , el Chí no quería tomar, entre las dos lo agarraron y apretando sus mejillas le daban el menjurje.
No baja la marea.
Yo no tengo miedo, dijo Graciniano con voz insegura-
Tas que te meas cobarde se reían los Gatitos, casi siempre hablaban en coro y celebraban su gracia, pero increíblemente, al Chí lo cuidaban, lo querían mas porque se parecía a su mamá, la hermana mayor que crió a los gatitos, porque la Angelita no quedó bien de los partos seguidos, bien ñorbo!, las pestañasas que se manejaba.
Un día uno del caserío Romeros le habían jalado las orejas en el potrero donde bajaban a vender ganado a los de la Huaca, los cholos decían que las compraban mas por la grasa, que con eso hacían jabón. Como va ser para jabón?, acaso el jabón apesta a cabra? Mentira era para los italianos , ellos comian harta carne, como eran hacendados decían risueños los gatitos . El abusivo le jaló fuerte las orejas, hasta lo remeció, cuando alcanzaron a oírlo llorar, corrieron- Tu hermanito!, gritó Ruperto y Rogelio como el rayo, cuando el Chí llorando señalaba al maloso, Ruperto ya tenía una piedra tacha, Rogelio llama al muchacho y Ruperto lanza la piedra, el muchacho se agacha tocándose la frente que se bañaba en sangre, los hermanos se fueron corriendo, ya después de un tiempo volvieron a encontrar al flaco y tenía una notoria cicatriz encima de la ceja derecha, peor que lo había cocido un veterinario que llegaba a Romeros.
Pero a Graciniano lo fastidiaban todo el santo día y como lo veían sentado cerca de su viejo que roncaba sobre la arena les daba celos, el muchacho se le juntaba porque tenía miedo, hasta los Gatitos miraban de rato en rato pal mar que estaba cada vez mas bravo. Ellos ya se habían comido el fiambre y ahora estaban risa y risa por que hacían como que tocían y le tiraban un poco de mashica al "pelos paraos", así le decían a Graciniano.
- Modérense Ombre! Duerman que entre oscuro y claro pasaremos al otro lado.
Sin que lo sepan la marea subió y la fogata se apagó, pasada la media noche Graciniano estaba despierto, se asustó por que un Gatito lo pateó estando dormido, y en medio de la noche la olas sonaban como rugido, no serían los gatos monteses que dijo Fructuoso?, pero no, esos no se acercaban al mar, pero la fogata se había apagado, además esos bichos le temían al fuego... y si alguno no temía?, esperen, que es ese sonido como varias voces que se quejan suben y bajan? , que miedo, esos serán los gatos monteses.
Tío, tio, los monteses! gritó el churre con los ojos desorbitados. El viejo, aturdido buscó su escopeta que estaba junto a la alforja, Mauser no paraba de ladrar y los gatitos que se estiraban, no era con ellos. Pobre Mauser renguito salió corriendo para perseguir una sombra que cruzaba.
Es un zorro!, esos vienen a robarse el fiambre, dijo Fructuosorefregándose los ojos; y los Gatitos?, dormidos, parados como gallos. Siempre Fructuoso decía que si la muerte venía y lo encontraba a uno ocioso se lo llevaba, los Gatitos al oírlo dibujaban el hocico cerraban un ojo y meneaban la cabeza en negativa.
Caramba!, ya no voy a poder dormir.
Tío, el mar se está viniendo mas acá-
Si, hay que poner las cosas mas allá, ayúdame tú, por que los gatitos ya se acurrucaron otra vez. Pa que gritaste que veías a los monteses ?.
Escucha tío, escucha como lloran!.
Ese es el viento que silba en los cerros, ese es el cerro el Órgano, ese tiene música. Acuéstate!, haber si agarras sueño churre, parecía que las olas ya no hacían tanto ruido y el cielo que bonito estaba, hartísima estrella, parecía que las tocabas y si hacías el truco veías luces a lo largo de cielo, mirabas con mirada perdida y zas veías las luces. Graciniano por lo menos tenía a su tío, si no que sería de él, se le iban cerrando los ojos como Mauser cuan roye un hueso grande y se durmió.
El fin de Roso
Las gallaretas parecían locas, los perros ni hablar y aparecen seis siluetas- agarren a los perros o los mato!, todos al suelo boca abajo! Cuando se acercaron se vio que ya habían maneado a los hijos del Ñaño, menos a Marcial. Los otros cuatreros bajaban a las mujeres que lloraban, menos la Nora, esa era bien lisa, manoteaba y arañaba a su captor. Si me muerdes te meto un sopapo le decía y ella le pelaba los ojos. Tu! y tu!, vayan a buscar al que falta, lleven este mechero. Salieron corriendo, mientras el Ñaño en el suelo maldecía al Roso en siete idiomas.
Uno trabaja como burro para tener algo y luego vienen estos condenados a robarle el pan de la boca.
- Cállate enano del diantres !
- pero en la cárcel vas a acabar
-que te calles!, dijo el Roso mientras se llevaba la dos manos al pecho, parecía que se ahogaba, cayó al suelo como bulto, los ojos se le salían. Don Roso! Don Roso! Que le duele! Y aparece Marcial desde la oscuridad. Pum, pum! Y desarma al mas mozo. Aguántate!, mira que a Don Roso le ha dado algo, Nora muerde al otro, el de la camisa grasienta, que apestaba a animal muerto y lo peor que a ella se le había pegado el olor. Aquí mismo te doy vuelta, ya te fregaste Roso,, le dice Marcial. El Ñaño y sus hijas que se sacudían, parecían fantasmas la cara blanca del yucún - métele un balazo de una vez, decía el Ñaño,- pero la Panchita que fue la última en pararse le dice: no le dispares Marcial ese es mi pariente, nunca lo dije de vergüenza, pero es sangre de mis abuelos, pone la mano en el hombro del Ñaño - Cárgalo hombre hay que frotarle el pecho - el Ñaño sin salir de su asombro pidió una mano y pujaban subiéndolo a la casa de la loma.
De lo que se entera uno, decía el Ñaño resoplando, lo habían puesto sobre una tarima que uso el abuelo hasta la muerte en el cuarto donde guardaban los granos, olía al remedio que le ponían para que no le salga gorgojo a los víveres. Jrrr, jrrr! roncaba el Roso bien fuerte, es el ronquido de la muerte decía Panchita, mientras echaba agua de azar para mojar un pañuelo que tenía el matón en el pecho. Cuando el Jetón dio una mirada loma abajo ya se había ido el resto, solo dos caballos estaban amarrados el pintado y el blanco de Roso, ese se lo robó a un hacendado por Morropón hacía tiempo, era caballo viejo pero no dejaba mal a su raza con imponente andar, orgulloso como su dueño.
Un ronquido mas fuerte y el hombre quedó en silencio, murió en su ley, o mejor dicho fuera de la ley, al día siguiente lo enterrarían en el cabuyal, nadie lloró, nadie habló con lástima, solo las niñas tenían miedo que el muerto durmiera esa noche en la casa, y si se levantaba y si nos asustaba decían. El Ñaño lo cubrió con unos yutes, ojalá que las rata no le coman los ojos, sería horrible cargar un muerto sin ojos.
Sin pena ni gloria murió el abigeo, el Jetón ni amaneció. Un comerciante de telas llevó la noticia a Tumbes, los guardias hablaron de ir a investigar, nunca fueron, aunque las dueñas de las cantinas secándose las manos con sus delantales vinieron a preguntar al puesto - pobre! decían, era bien gastador cuando regresaba del campo, al hijo de una de ellas le había echado el agua, pero ella no se lo recordaba a nadie.
Cuando vendrá Fructuoso?, el va llevar la novedad a Sullana, el Ñaño
Ya vendrá decía la Panchita, no te olvides que hay que darle de esas cabras que dan harta leche, además ya crecieron sus crías. También unas chivonas para que tenga. Si pues, decía el Ñaño mirando para el cabuyal donde los gallinazos esperaban que alguien les desenterrara al muerto para hacer un festín.
Cruzando la punta
Despierta Graciniano!, ya amaneció. Los Gatitos comían cancha, malaya un mondonguito, decía Rogelio.
Ustedes van a caballo, yo voy jalando a las mulas, por que si no, se paran y ni quien las mueva, decía el viejo muy seguro de sí. Ya iban llegando a la peñería.
- ay duelen los pieses ! se quejaba Graciniano,
-estas piedras tienen punta- súbete al caballo que te vas a sangrar, lo reñía Ruperto. Y otra vez las olas, el agua que apenas llegaba a las rodillas, ahora llegaba a la cintura, pero es de este lado de la punta al otro lado es amplia playa, el viejo,
Brummmm .....Splashhh, brummm....splashhhh y le salpicaba el agua, los caballos se ponen nerviosos, el Mauser nadaba muy bien, quien le habría enseñado, las mulas quieren frenar, el único peligro es que las olas te revienten en la cara y te empujen a las peñas, un mal golpe y te fregaste, pero un poquito mas y llegaron al otro lado, las rocas quedaron atrás y que linda playa.
Como quiera pasaron, luego a secarse la ropa. Graciniano solo se mojó hasta las rodillas y se le ocurrió la idea de cubrirse con arena tibia, se secó en seguida
- y la laguna tío?
La vas a ver desde esa loma
- allá si está verdecito tío -
si, ese es zapote de zorro.
Muy chiquitos para ser zapotes-
es que por estos lares el zapote no pasa de ser arbusto, no como en nuestro campo, allí si crían un tronco bien doble. Oye Graciniano allí está la laguna!
Si, es grandaza! mira esos cerros tío, bien grandes como los de Lancones-
ese es el cerro del Organo comentaba el viejo-
pero, si son varios igualitos son varios órganos. Son los Organos.
Después de cuatro días y luego de remojar los pies en unas aguas termales llegaron a un cañaveral
-y esa Casita en la loma?, las gallaretas desesperadas, Mauser que las persigue, el tío que lo llama y el Ñaño y su familia bajaban de la loma a la carrera, se abrazaron en un interminable abrazo de hermandad y hombría, es que habían estado en la guerra hacía una docena de años, seguramente si sobrevives a la guerra hay lazos que te amarran a tus compañeros. Después de merendar se agarraron a conversar, que la plaga, que el Roso, que la guerra, la vida, la muerte.
Y los Gatitos bien contentos conversando con las muchachas, y esa niña tan linda de cerquillo derechito, blanca como la leche, era de noche pero se notaba que era castañita, se llamaba Margarita. La Panchita le pasaba el peine mil veces y el Graciniano boca abierta que se la miraba, era chiquita pero que linda niña, cuando todos estaban durmiendo, los grillos y Graciniano estaban despiertos, pero no era como en otras ocasiones que el insomnio pesaba, esa noche los pensamientos del adolescente eran agradables, Margarita era el centro de sus evocaciones, se durmió quien sabe a que hora, pero el canto del gallo anunciaba las vigilias.
Se despertó tempranito y aunque habían viajado por necesidad del ganado, eso se volvió cosa secundaria, en cambio después del desayuno, acompañó a las muchachas a traer unos zapallos para el repe, Margarita corría a ver un zapallo y el churre parecía su sombra, quería arrancar una flor y ponérsela en el cabello, pero no se atrevía. Después del almuerzo Fructuoso habló de salir al amanecer del día siguiente y su corazón dio un vuelco, solo se alegró cuando las chicas hablaron de ir a nadar al canal, el Graciniano presumía de saber nadar.
Calla oe, que casi lloras en el mar, los gatitos con sarcasmo.
En agua salda no, pero en agua dulce ya verán, hablaba fuerte para que le escuche Margarita. Cada vez que se chocaban en la poza sentía maripositas en el pecho, cuando sacaba la cabeza se encontraba con esa sonrisa, parecía mas linda con el cabello mojado. Otras veces cuando los gatitos hablaban de muchachas, el se aburría, mas bien estaba siempre con el Mauser, le conseguía huesos de manzana cuando la Angelita cocinaba la sopa de viernes desde el amanecer, cuando llegaba Fructuoso de pastear los chivos y pedía que comer, Angelita bien seria, que no, que señor, que el hueso de manzana necesitaba hervir, pero Mauser comía antes que el dueño, allá detrás de la algarrobera, pero ahora, por mas que ladraba por que veía al Graciniano en la poza, Mauser había salido de su mundo. El churre embelesado, solo volvía a la realidad cuando la Nora de un codazo lo interrumpía- anda mas allá bocabierta!, pero luego de unos segundos el volvía a sus fantasías.
Lo que mas le gustó fue cuando ella lo defendió cuando los gatitos le quisieron jugar una broma, lo agarraron entre los dos y lo fondearon en la poza, Margarita rasguñó al Ruperto y empujó a Rogelio y con su tierna voz dijo: pobrecito, y Graciniano sintió esa sola palabra como una declaración de amor. Esa noche ni el dulce del pechiche era mejor que la carita de esa niña con el pelo suelto. Margarita, quiero decirte algo y le sudaban las manos, ella ofreció una mirada de interés. Te prometo que nunca en mi vida me enamoraré de ninguna muchacha dijo y ella bajó la mirada, pero cuando la subió, tenía el color de la pulpa de una almendra.
Al día siguiente cuando los viajeros retomaron su viaje, el Graciniano miraba pa la puerta para despedirse con una mirada, era muy temprano, que iba a despertarse, demoraba preparando a los caballos y una lágrima lo traicionó.. Por qué estás lloroso, le dijo Fructuoso- ta enamorado el zonzo, dijeron los gatitos riéndose como si no tuvieran corazón - cállense babosos ! grito el churre mordiéndose un labio para no romper en llanto, pero un bálsamo le acarició cuando moviendo su manita blanca como Alita de cucula Margarita le despedía con los ojos hinchados de haber llorado, eso quedaría grabado en la mente del churre por años, hasta que se encontraron en Sullana; seguía siendo la mas bonita, el Graciniano para entonces todavía tenía una foto que le robó, amarilla por las veces que la contempló.
A su regreso cuando pasaron por los cerros de Los Organos, habían bastantes camiones, hombres vestidos de overoles azules y otros de plomo descargando tubos grandazos, el tío les preguntó que iban a hacer, petróleo, amigo aquí hay petróleo. Y ya habían armado un campamento cerca de la playa, eran casitas de madera mas bonitas que las del campo y a los lados de la puerta unos cocos que recién habían brotado. Cuando seas grande y pases por aquí vas a ver estos cocoteros grandazos me dijo un hombre, crecerían allí donde no hay río?. El tío dijo que pasaríamos por el otro lado lejos del mar, con tanta gente los gatos monteses ni se acercarían, además era buena hora, ta bien! no se vayan a ahogar las cabras, dijo el viejo mirando al rebaño. Una semana y ya estaban cerca de casa y al lado de la bomba el Chí que cuando vio a Fructuoso se puso a llorar, privadito como si le hubieran pegado.
La Angelita estaba feliz, ese era su hombre había ido y regresado, pero solo palmeó a su marido, ellos si se besaban pero en su cuarto. Los Gatitos se fueron a la cocina enseguida -parece o el Chí esta mas grande?
Casito encuentras parvulito decía la Felipa. Y tu churre? le dice a Graciniano,ya sirve para algo el estorbo, reía Felipa.
Entraron a la casa y yo me quedé pensando.
Esta es mi familia aunque no sea un Ruíz, esta es mi familia. Se salvó el rebaño pronto habría leche y queso, seguiríamos vendiendo chivos, si algún día salgo de aquí me iría a Los Organos y sería petrolero, sembraría un cocotero, si Margarita quiere allí viviríamos, suspiraba ilusionado.
Que haces afuera Graciniano, ven pa que comas, ven zonzito.Y yo alegre, que la Angelita piense en mí. Cierra la puerta que se mete el Mauser.
Quédate aquí Mauser orita te traigo un hueso, échate,échate!, orita vengo, y cerró la puerta.
FIN
GRACIAS POR EL APORTE HERMANO EDWIN MAURICIO ALZA